Cuando se habla de disrupción y de cómo combatirla siempre me viene a la cabeza la historia de João. João es uno de esos gurús del management que no se estudian en las escuelas de negocios. João es brasileño, tiene 50 años y lleva desde los 15 trabajando en el parque de las cataratas de Iguazú.

¿Conoces las cataratas de Iguazú? son una de las 7 maravillas naturales del mundo y reciben cada año más de un millón de habitantes. Si has visto la Misión las recordarás porque son una pieza clave de la película. El punto más espectacular de las cataratas es “La Garganta del Diablo”. Se trata de una caída de 80 metros de altura siendo uno de los espectáculos naturales más sobrecogedores que se pueden ver.

Fue precisamente en “La Garganta del Diablo” donde João comenzó trabajando como fotógrafo. Su trabajo consistía en hacer fotos a los turistas y revelarlas en una pequeña caseta para después entregarles una foto física a sus clientes por un módico precio. João vivió unos años de éxito absoluto en la década de los 90. “La Garganta del Diablo” era un hervidero de turistas y fotógrafos que al igual que João retrataban a los visitantes entregándoles después las fotografías.

El primer aviso les llegó cuando comenzaron a aparecer turistas con sus propias cámaras digitales. Aunque el hecho de entregar una foto física seguía teniendo interés, el número de fotos que realizaban por día comenzó a caer. Los compañeros de João se empezaron a preocupar y también a quejarse, pero el bueno de João siempre se mantuvo optimista.
-Amigos, decía, nuestro negocio está en el parque y cada vez hay más visitantes. Esto ponía furiosos a sus compañeros que replicaban con un áspero – El negocio está en las fotos, João, y cada vez hacemos menos.

La segunda ola de disrupción casi termina con su negocio. La ploriferación de los smartphones y sobre todo de las redes sociales hizo que perdieran fuerza las dos ventajas competitivas con las que contaban los fotógrafos, tener mejor equipo y dar la posibilidad de llevarse una foto física. Por un lado, las fotos que se realizaban con los smartphones empezaban a ser de altísima calidad, y por otro, el interés por las fotos físicas se había perdido. Los fotógrafos observaban atónitos como la mayoría de los turistas esperaba a llegar a su hotel para compartir sus fotos en las redes sociales con sus amigos.

Los primeros síntomas de preocupación del equipo de fotógrafos se convirtieron en pánico hasta el punto de que muchos de ellos desistieron y se retiraron al no cubrir sus costes. João insistía en su impasibilidad y en la idea de que el negocio eran las cataratas. Cada vez que sus compañeros escuchaban esa frase se tenían que controlar para no lanzarle a la Garganta del Diablo.

En ese momento de extrema necesidad, João tuvo una idea genial. Como buen conocedor del parque sabía que el mayor problema de los turistas para hacerse fotos en el mirador de la garganta del diablo era el pequeño tamaño del mirador. En él se agolpaban las personas y era muy difícil lograr una buena foto en la que no salieran “espontáneos” de otros grupos que estropeasen las fotos. Buscando aquí su oportunidad João compró una pequeña escalera plegable con la que realizaba unas fantásticas fotos logrando la mejor perspectiva gracias a la altura y al mismo tiempo conseguía fotografiar únicamente a los interesados a tener una altura que le permitía enfocar mejor. Con este método João consiguió reactivar las fotos ya que los turistas le pedían fotos físicas por las que pagaban y también que hiciera alguna otra con los smartphones de sus clientes. Los fotógrafos del parque natural de Iguazú volvieron a respirar y a respetar a João.

Esa euforia duró poco ya que una tercera ola de disrupción iba a llegar a las cataratas de Iguazú acabando con la gran mayoría de los fotógrafos. En esta ocasión no se trataba de un super avance tecnológico sino de algo mucho más sutil. El palo selfie. Con él los turistas conseguían unas fotos fantásticas, con una perspectiva fantástica, sin espontáneos y sobre todo sin necesidad de la escalera de João y la ayuda de João.

Parecía que este sería el golpe definitivo, y de hecho lo fue para muchos de los compañeros de João, sin embargo, éste, a riesgo de ser el más impopular entre sus compañeros continuaba tranquilo y diciendo que mientras hubiera visitantes el negocio iba bien. João, ya no hacemos fotos, le decían sus compañeros, hay que desistir.

Hoy prácticamente no hay fotógrafos en la Garganta del Diablo. Sin embargo, João continúa yendo todos los días al parque gracias a su pase de trabajador y basa su negocio en la venta de palos selfies, bebidas frías y visitas guiadas. Ha sabido ver que el negocio no eran las fotos, sino que era el parque y el hecho de tener un permiso para entrar y una pequeña caseta que antiguamente era de revelado de fotos y hoy utiliza para mantener frías las bebidas que vende y el stock de palos selfies. Incluso comenta que hay algunos turistas que empiezan a preguntarle si podría hacer fotos físicas ya que se quieren llevar un recuerdo.

João supo ir adaptando su negocio a un entorno cambiante, sin apegarse a lo que le había dado el éxito y sabiendo cuales eran sus verdaderos activos. La posibilidad de tener un pase para el parque, su caseta en medio de la Garganta del Diablo y su conocimiento de las cataratas. João sabía que manteniendo estos activos siempre podría evolucionar su modelo de negocio y cumplir sus objetivos satisfaciendo las necesidades cambiantes de sus clientes y adaptándose a los movimientos disruptivos del mercado.

Pablo Fernández de Castro

Managing Partner KIRIOM

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